Ahora, cuando la franquicia española ha alcanzado un alto nivel de desarrollo y sus éxitos son evidentes, es un buen momento para reivindicar el valor de un sistema que ha sido capaz de dotarse de un instrumento ético que no tiene ninguna otra fórmula de comercialización en el mercado.

La buena ubicación de un comercio o negocio, respecto a los objetivos que se pretenden alcanzar, es un factor importantísimo que cualquier emprendedor debe tratar con mucha atención.

El extraordinario y exitoso desarrollo del sistema de franquicias, aquí y en todo el mundo, no es fruto de la casualidad, sino que nace a partir de unas muy definidas premisas que le dan características propias que lo definen y hacen posible el importante desarrollo de este método de comercialización en el comercio y los servicios.

No hay duda de que trabajamos en una fórmula de comercialización adulta que aporta un potente dinamismo al mercado de productos y servicios, generando la creación de empresas y de los subsiguientes puestos de trabajo y una modernización indiscutible de nuestro comercio.

Un centenar de empresas se interesan por el sistema en sus primeros seis meses de existencia. Las primeras certificaciones ya han sido concedidas.

La decisión más importante para la rentabilidad de su negocio la toma el franquiciado antes de firmar el contrato de franquicia. De hecho, cuando se dirige a una empresa pidiendo información sobre su sistema ya se está posicionando, pues se interesa por un tipo de negocio que le atrae y tiene que asegurarse de que su personalidad se aviene con los planteamientos del franquiciador y de que la propuesta de éste le ofrece expectativas de buenos resultados económicos.